El solarpunk emerge una visión utópica de un futuro sostenible centrado en las energías renovables y en una verdadera convivencia con el entorno. Tiene sus raíces en la literatura especulativa y la ciencia ficción utópica, pero se distingue por su enfoque en la ecología, la sostenibilidad y la justicia social. Aunque no hay un consenso claro sobre su origen exacto, se puede rastrear sus primeras manifestaciones en obras como "The Windup Girl" (2010) de Paolo Bacigalupi, ganadora de los premios Hugo y Nebula, y "Ecotopia" (2014) de Ernest Callenbach, que exploran sociedades futuras centradas en la armonía con la naturaleza.
El solarpunk está basado en una serie de principios filosóficos que guían su visión del futuro: la ética ecológica, que postula la interdependencia entre los seres humanos y la naturaleza, así como la justicia climática, que aboga por soluciones equitativas para abordar el cambio climático y sus impactos desproporcionados en comunidades marginadas, la promoción de la descentralización y la autonomía energética.
Hasta acá, todo es hermoso y no suena, al menos para mí, como algo inalcanzable. Aunque utopista, este enfoque y filosofía de vida sostenible no es algo con lo que no podríamos soñar, solo debemos tener en cuenta a quiénes beneficia y a quiénes no. No quiero sonar excesivamente realista, pero que este tipo de miradas o proyecciones de sociedades más justas beneficien a miles de millones, no quita que los pocos cientos de siempre sean los que puedan tirar todo por la borda para que esto siga siendo lo mismo: una utopía con todas las letras.
Pues bien, a pesar de su enfoque optimista y progresista, el solarpunk no está exento de controversias y críticas. Argumentar que este movimiento es ingenuo y utópico, ignorando las realidades políticas y económicas que obstaculizan la transición hacia un futuro sostenible, no está tan alejado de la realidad, ¿no? Otros sostienen que el solarpunk carece de diversidad y representación, reproduciendo narrativas dominantes, propias de personas blancas y occidentales. En este punto considero que una mirada como esta no puede ser única o propia de una clase social o etnia, tiene que tener la suficiente flexibilidad como para ser adaptable a culturas y geografías distintas, manteniendo ese enfoque ambientalista y consciente de la interdependencia que mencionamos antes. Caso contrario, se convierte en un reglamento o estatuto de reglas a cumplir que alguien dispuso de acuerdo a su mirada, su cultura, educación, realidad, etc.
El solarpunk se encuentra en diálogo con una variedad de movimientos sociales y ambientales que incluyen al ecologismo, el feminismo, el movimiento de justicia climática y la permacultura. Estos movimientos podrán compartir valores y objetivos como la defensa del medio ambiente, la equidad social y la resistencia al capitalismo y al consumismo desenfrenado. Como sociedad somos un descontrol. Es difícil mostrarle a la gente la realidad del impacto del consumo tecnológico desenfrenado (y que les importe un poquito).
Es mucho más complejo que adquieran verdadera conciencia sobre el problema de los desechos tecnológicos cuando los mismos son enviados a países pobres que reciben la mierda del mundo por un puñado de millones de dólares (quizás, ni eso reciban). Ante la casi inviabilidad de ser reciclados debido al altísimo costo, el problema se va poniendo cada vez peor. Un libro muy interesante que trata sobre este tema y lo profundiza es Una geología de los medios del finladés Jussi Parikka, editado en la Argentina por Caja Negra. Parikka aborda la explotación de minerales para ser utilizados en nuestro dispositivos, los cuales desechamos poco después para adquirir nuevos, haciendo que todo lo que se extrajo del seno de la tierra vuelva a ella en un formato intragable.
“La sustentabilidad no tiene que ver con proyecciones y objetivos, o alcanzar un estado estacionario. Se trata de mantener la vida andando.[...] el diseño refiere a la continua creación de los tipos de ambientes en los cuales el habitar puede ocurrir. Esto es lo que entiendo por diseñar ambientes para la vida.”
El diseño de ambientes para la vida, Tim Ingold.
Llegar a una instancia social como la que propone el solarpunk, partiendo de la realidad actual, implica enfrentar desafíos significativos, por ejemplo, los intereses creados por grandes grupos económicos y las estructuras de poder arraigadas en nuestras sociedades. Insisto con esto porque todo lo que implique autonomía por parte de la comunidad, lleva aparejado un divorcio con las necesidades creadas desde las marcas, corporaciones, etc. ¿Cuál es el rédito que obtiene el poder económico de una situación así? El capitalismo voraz se las apañará igual…
Sin embargo, es posible trazar un camino hacia un futuro mejor mediante una combinación de acción individual y colectiva, políticas públicas acordes y cambios culturales (el cambio de mentalidad nuestro como humanos y ciudadanos es crucial).
Cómo llevarlo a cabo es difícil y una de las cosas que se me ocurre es el fomento de la conciencia social sobre los beneficios de una sociedad con este tipo de características. La educación sobre sostenibilidad, energías renovables y prácticas ecológicas puede empoderar a las personas para tomar decisiones más informadas y presionar por cambios a nivel individual y comunitario. Sin embargo, es difícil porque la mayoría de nosotros no fuimos educados ni estamos preparados para abordar estas temáticas, más allá de esta impericia, se torna crucial el aprendizaje de nuevas habilidades que nos permitan entender por qué y para qué puede sernos de suma utilidad un nuevo enfoque sobre nuestra forma de vivir.
Es fundamental que los gobiernos adopten políticas públicas como los incentivos fiscales para energías renovables, regulaciones más estrictas sobre emisiones contaminantes y subsidios para tecnologías limpias (y cortar con las influencias corruptas de los intereses económicos sobre los políticos y los procesos de toma de decisiones).
“Puede ser verdad que a lo ancho y largo del mundo los humanos han influido decisivamente en las condiciones bajo las cuales las demás criaturas viven sus vidas. Pero un ambiente es siempre una obra en construcción, y entre sus productores se debe incluir cada agente que contribuye de una forma u otra a su formación: ciertamente los seres humanos, pero también los animales virtualmente de todo tipo, así como plantas y hongos, el viento y la lluvia, glaciares, ríos y océanos.”
El diseño de ambientes para la vida, Tim Ingold.
En términos de innovación y tecnología, promover el desarrollo de sistemas de energía renovable, transporte público eficiente, agricultura sostenible y prácticas de construcción ecológicas, con tecnologías que sean accesibles y asequibles para todos.
Cambiar la cabeza, tal como mencionaba más arriba, producir un cambio en la cultura dominante hacia una que valore la sostenibilidad y la solidaridad es fundamental, y va más allá de vivir en un mundo solarpunk, es por nuestra subsistencia y una vida más saludable (es tan simple que marketineramente hablando, da asco). Esto implica desafiar las narrativas del consumismo y el crecimiento infinito, y promover estilos de vida más simples y centrados en lo comunitario. Quedó muy zurdo, ¿no? Love it!
En su texto "El diseño de ambientes para la vida" (2012)*, el antropólogo británico Tim Ingold (1948) aborda la relación entre los seres humanos y su entorno, argumentando que el diseño ambiental debe considerar la interacción dinámica entre las personas y el mundo que las rodea. Ingold también critica la idea de que el ambiente puede ser diseñado de manera estática y controlada, y en su lugar aboga por una comprensión del diseño como un proceso emergente y continuo, moldeado por las prácticas sociales y las relaciones materiales. Ingold destaca la importancia de una aproximación más holística e interdisciplinaria del diseño ambiental, que integre conocimientos y perspectivas de diversas disciplinas, incluyendo la antropología, la ecología y la arquitectura, proponiendo una visión más dinámica y relacional del diseño ambiental, que reconozca la naturaleza cambiante y contingente del mundo vivido.
(*) Igold, Tim (2012). Ambientes para la vida. Conversaciones sobre humanidad, conocimiento y antropología. Ediciones Trilce, Montevideo.
Nos vemos la próxima! Gracias por estar!
Si te gusta el contenido del blog, podés darme una mano con un CAFECITO para seguir buscando y produciendo más y mejor material para compartir semana a semana. ¡GRACIAS!