La TV sí que nos dio de comer mientras crecíamos en los 80’s.
V (V, invasión extraterrestre) vino a ponernos en alerta sobre las visitas de otros planetas y por qué no, darle un pequeño “ayudín” a cualquier entramado que colaborara con nuevas partidas presupuestarias para los militares de EE.UU., caso contrario, ¿quién podría ayudarnos en una situación así? Para el presidente Reagan (1981-1989), el programa Star Wars (no, George Lucas no tenía nada que ver) era un proyecto militar que también metía en la bolsa a la Unión Soviética y no solo a los extraterrestres (eran los últimos coletazos de la guerra fría). El proyecto y la serie V fueron dados a conocer en el mismo año. Quizás sea obra de la casualidad pero, ¿qué nos cuesta tener miles y miles de kilotones más en bombas por si alguien quiere venir a comernos?
La serie se convirtió en un éxito, la resistencia contra el invasor se conformó a lo largo y ancho del globo, pero también nos dimos cuenta de que si alguien viene con una campaña publicitaria en la que el slogan es “La amistad es universal”, seguramente querrán que vos y los tuyos formen parte del próximo puchero, cocido o el guiso estrella de tu localidad.
Puedo spoilear, a esta altura de los acontecimientos y con total impunidad, que los visitantes eran reptilianos, una raza que no hace nada por levantar su imagen y que viene metiendo la pata desde el Génesis y el evento malogrado de la manzana. Lo importante en este tipo de relatos es tener claro al enemigo.
Hace unos años estaba estudiando Gestión Cultural y mi trabajo final fue una muestra museológica que hablaba sobre el futuro (ya ven que uno arrastra las bolsas con problemitas a lo largo de los años). Mientras los libros me sepultaban y trataba de darle forma a algo que se me estaba yendo de las manos por la cantidad de material, algo sucedió que me permitió ordenar y darle sentido a una parte del proyecto a nivel conceptual.
El universo conectó dos acontecimientos, me acercó dos materiales inconexos a priori, pero conectados entre sí, mientras un eco en el eter rezaba “vamos a darle una mano a este muchacho porque no aprueba más”. Lo primero fue dar con el poema de Robert Frost, “El camino no elegido”, el cual reproduzco a continuación:
El camino no elegido (Robert Frost)
Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
Y apenado por no poder tomar los dos
Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
Mirando uno de ellos tan lejos como pude,
Hasta donde se perdía en la espesura;
Entonces tomé el otro, imparcialmente,
Y habiendo tenido quizás la elección acertada,
Pues era tupido y requería uso;
Aunque en cuanto a lo que vi allí
Hubiera elegido cualquiera de los dos.
Y ambos esa mañana yacían igualmente,
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.
Debo estar diciendo esto con un suspiro
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia.
Hasta acá, Frost era un hallazgo lindo pero sin sentido. Unos días después, dando vueltas por mi biblioteca, tomé al azar una antología de cuentos curada por Orson Scott Card (El juego de Ender, entre otros) y que, curiosamente, recuerdo que no contenía ningún relato suyo. Si cabe la aclaración, yo compro libros pero no necesariamente para ser leídos luego de su compra. En mi universo las cosas funcionan así: compro el libro y suelo dejarlo en los estantes para que tiempo después, por simple azar o por una búsqueda consciente, comienzo con su lectura total o parcial, lo cual tiene total y absoluto sentido con el momento que estoy atravesando o las preguntas que me estoy haciendo.
Volvamos a la antología. Lo primero es darle una mirada al índice para ver los títulos y autores seleccionados. Casi al final, si no era el último cuento, aparece “El sendero descartado” de Harry Turtledove. Luego de unos segundos de inacción, mi cerebro hizo la conexión entre el título del relato y el del poema de Frost.
El cuento de Turtledove es en tono humorístico, una farsa de la guerra a partir de una invasión alienígena en la que la raza invasora llega en grandes y opulentas naves, cuyo ejército estaba armado con armas de fuego del siglo XV (mosquetes, por ejemplo). La humanidad ha logrado un avance bélico que no hace falta que explique pero no podíamos mandar más que una sonda al espacio. Por lo tanto, el choque fue devastador para los invasores.
Al finalizar el cuento (y voy a apelar a mi memoria residual), uno de los aliens ante las puertas de la muerte, susurra un último lamento: su fracaso militar dejó a su mayor avance (las naves con la capacidad de viajar por el espacio) en manos de una humanidad mucho más preparada para la guerra, que ahora tenía el transporte ideal para llevarla a otros planetas. ¿Ven? Nosotros, al igual que los reptilianos, tenemos una campaña difamatoria en nuestra contra. Si pueden, lean el cuento, vale la pena y las conexiones con Frost son más que evidentes, al margen de pensar un poco en cómo muchas veces solemos constituirnos y definirnos en base al exceso de poder y la violencia.
No quiero soltar esto sin hacer una mención a un libro más. Carlos A. Scolari (1963), oriundo de Rosario y profesor e investigador en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona quien publicó en 2005 “No pasarán. Las invasiones alienígenas de Wells a Spielberg” (Páginas de Espuma). Este libro fue publicado nuevamente hace un par de año con diseño renovado en Perú por intermedio de la Universidad de Lima.
¿Cómo son? ¿De dónde vienen? ¿Porqué desean invadirnos? ¿Cuáles son sus estrategias? ¿Qué piensan?¿Cómo los vemos a través de la literatura de ciencia ficción, el cine de ciencia ficción, la televisión o el cómic de ciencia ficción? Alienígenas vegetales y minerales, reptiloides o vampiros, de Marte y de Saturno, el profesor Carlos Scolari aborda en este minucioso ensayo - el desarrollo que ha tenido la invasión alienígena desde la protohistoria del género hasta los inicios del siglo XXI. El valor ideológico y la evolución de los conceptos invasión e invasor corren paralelos a la realidad sociopolítica y cultural de su momento, siendo un reflejo y un lenguaje metafórico de lo que siempre nos rodea. Fuente Páginas de Espuma.
En su recorrida, Scolari hace un repaso por seres de todo tipo y forma, invasiones de dimensiones diversas que fueron apareciendo en pasquines baratos a principios del siglo XX, aunque algunas obras habían aparecido a finales del XIX, pero aun así, marcaron nuestras infancias no solo a través de la literatura, el cómic, la radio, el cine y la TV.
Más allá de que fueron presentadas como entretenimiento, en ciertos aspectos, lo alien es extraño, es un otro que no conocemos y que nos genera el miedo lógico solo por ser un desconocido. Es algo o alguien que no está dentro de nuestro rango o medido por nuestros parámetro. Por eso, si me permiten, voy a cerrar con una cita para pensar en ese otro que muchas veces transformamos en enemigo.
“... La otredad es una condición común, aunque la distancia social y simbólica que nos separa de un ‘otro’ puede ser mayor o menor y variar en su carga afectiva y valorativa. Por ende, el ‘otro’ es condición normal de la convivencia social y base de toda identidad colectiva, pero varía la distancia que nos separa del ‘otro’, el grado de ‘otredad’, de extrañeza, y también la carga afectiva y la actitud apreciativa con que nos relacionamos con la ‘otredad social’ en general y con determinados ‘otros’ en particular.”
“La segregación negada: cultura y discriminación social”, Mario Margulis.
Nos vemos la próxima. ¡Gracias por estar ahí!